Crianza moderna: errores y buenas prácticas
Desde hace un tiempo estoy estudiando las relaciones padres e hijos, en especial observando y analizando las relaciones de personas que me rodean (vecinos y familiares) y llegando a la conclusión de que por falta de conocimiento y de disposición cometemos tantos errores con nuestros hijos en la crianza de los cuales luego nos arrepentimos, pero que aún tenemos tiempo de corregir.
Veo que día a día queremos controlar a nuestros hijos con las mismas herramientas del ayer, herramientas vacías que solo nos distancian de quienes más queremos, y lo peor, es que no lo hacemos por mal, lo hacemos porque no sabemos otra forma de hacerlo mejor. Es por esto, que siempre los motivo a aprender, a capacitarse, a siempre buscar mejorar y para eso es importante admitir que cada día trae su propia bendición, pero para recibirla nosotros debemos poner nuestro grano de arena para mejorar nuestra vida y la de los que nos rodean.
Actualmente me encuentro leyendo el libro “Los niños vienen del cielo” del doctor en psicología y especialista en terapia de pareja John Gray y en lo poco que llevo leyendo me he dado cuenta de que estaba acertada en lo que siempre he pensado acerca de la crianza efectiva. El autor defiende que para criar niños felices, colaboradores y con una buena autoestima es necesario que los padres cambiemos nuestras técnicas obsoletas de enseñanza y comencemos a ponernos en los zapatos de nuestro hijos, escuchándolos, prestándoles atención y apoyándolos en su camino.
Debemos permitirle a nuestros hijos que:
- Se equivoquen para que aprendan que cada acción tiene consecuencia y que puedan autocorregirse y alcanzar el éxito.
- Sean libres de expresarse para que aprendan a conocerse y defender sus puntos de vista aprendiendo a canalizar sus sentimientos y externarlos de la mejor manera.
- Sean ellos mismos, y no lo que nosotros queremos que seamos.
- Tengan confianza de hablar con nosotros (sus padres) sin temor a ser juzgados.
- Nos vean como un apoyo, no como un enemigo del cual tienen que esconderse por temor a ser reprendidos.
Amonestar a nuestros hijos con golpes o amenazarlos con darle una bofetada (galleta) ya no funciona como antes. Antes por miedo nos criábamos reprimidos, haciendo las cosas por obligación, no por deseo, porque de no ser así nos castigaban duramente. Ahora los niños son más intuitivos, independientes y saben lo que quieren, por lo que si recurrimos a la violencia física o verbal como mecanismo de control solo estaremos propiciando que ellos se alejen de nosotros y nos vean como su enemigo, matando en ellos el deseo genuino de colaborar activamente con nosotros y de escucharnos.
Para reprender efectivamente y que el mensaje sea entendido por el niño es necesario que se haga en momento de la mala acción o no será captado por el niño. Por igual, en voz calmada pero con carácter se le debe explicar el por qué se le está castigando. Esto ayudará a nuestros hijos a identificar que cosas puede o no hacer y cuales pueden ser las consecuencias.
En casa es necesario tener reglas claras. Reglas que todos, sin excepciones, deban cumplir. Estas reglas y pautas sentarán las bases del autocontrol, el respeto y la disciplina en nuestros pequeños.
Es hora de cambiar las amenazas, los golpes y los insultos por amor. A eso se reduce todo. Si amamos seremos capaces de cambiar y modificar nuestro comportamiento y forma de ser para darle lo mejor a quienes amamos.
Hagamos un ejercicio…
Cierra los ojos y piensa por un momento en como te sientes tu cuando tus padres te dicen malas palabras o te golpean sin razón. O cuando te castigaban y ni te decían el por qué del castigo. ¡Muy mal! ¿Verdad?
¿Cómo hubieses querido que fuera esa situación? ¿Qué te hubiese hecho sentir más feliz?
Identifica en este panorama cuales fueron tus sentimientos, que acciones no te gustaron, como piensas que hubiese sido mejor y como hubieras reaccionado de otra forma.
Al remontarnos a esas situaciones que marcaron nuestra vida, viéndolas desde una perspectiva diferente, de manera objetiva, desde el punto de vista maduro, positivo y sin sentir culpa, obtendremos las respuestas para saber como actuar con nuestros hijos, aprenderemos a vincularnos y estaremos hablando de corazón a corazón. Estaremos conectando con nuestros hijos y lograremos que ellos nos escuchen, nos respeten, nos entiendan, pero sobretodo, que sean felices de ser quienes son y de tener los padres que tienen.