La importancia de permitir y validar las emociones en niños y adultos
Imagínate que estás sentado alrededor de la mesa, y notas que tu hija está inusualmente callada. Su plato de espaguetis y albóndigas, que suele ser un favorito confiable, está intacto en su plato. Le preguntas qué le pasa. Resulta que otra persona consiguió el solo de trompeta por el que había estado practicando tanto.
Sin pensarlo, entras en modo de solucionar problemas, hablando sobre clases particulares o preguntando si quiere salir a tomar un helado. Aunque tus acciones son bien intencionadas (ningún padre quiere ver a su hijo sufrir), el impulso de desechar las emociones difíciles en favor de arreglarlas puede hacer más daño que bien.
La sociedad está moldeada por reglas de exhibición: expectativas implícitas o explícitas sobre cómo y cuándo es “apropiado” expresar, e incluso tener, ciertas emociones. A menudo se nos enseña desde muy pequeños que las emociones difíciles (como la tristeza, la ira y el miedo) son mejor ignorarlas, o al menos mantenerlas para nosotros mismos. Tal vez cuando eras niño te dijeron que fueras a tu habitación y “salieras cuando tuvieras una sonrisa en la cara” después de un estallido violento con un hermano que rompió tu juguete favorito.
La lección era obvia: la ira no es una emoción “apropiada” para expresar. Lo que probablemente tu cuidador intentaba enseñarte era que la ira no era una emoción apropiada para expresar de esa manera, es decir, golpeando a tu hermano. Los padres emocionalmente ágiles tendrán más probabilidades de criar a un niño emocionalmente ágil, sin embargo, muchos de nosotros crecemos creyendo que nuestras emociones más desafiantes deben estar ocultas, una noción que a menudo lleva a que los adultos se sientan cómodos con solo unas pocas emociones y mucho menos con otras.
Estas reglas de exhibición tienen un efecto duradero, apareciendo en la forma en que hablamos con nuestros hijos y siguiéndolos hasta la edad adulta. Las reglas de exhibición estigmatizan las emociones humanas normales y naturales y nos hacen creer que debemos desempeñar emocionalmente de cierta manera para ser aceptados en el mundo. Esto puede llevar a mecanismos de afrontamiento poco saludables, como embotellar y rumiar, donde suprimimos nuestras emociones o reflexionamos sobre ellas de formas que nos mantienen atrapados.
Puedes comenzar a desmantelar las reglas de exhibición con tus hijos, colegas y contigo mismo con estos tres simples pasos:
- Reconoce la experiencia emocional de la persona. Todos somos humanos. ¡Recuérdalo!
- Asegúrate de que sepan que son valorados, especialmente cuando están experimentando una emoción difícil o no son su “mejor yo”.
- Reafirma que sus emociones son válidas. Si eres un cuidador y tu hijo está respondiendo a su emoción de manera inapropiada, separa su emoción de su comportamiento cuando hables sobre lo que está “permitido”. Todas las emociones están bien, pero no todos los comportamientos lo están.
Estas estrategias poderosas crean un camino hacia adelante, uno nacido no de soluciones rápidas y falsas, sino a través de un procesamiento saludable de las emociones. El niño que se siente cómodo experimentando sus emociones más desafiantes se volverá más hábil en reconocer esas emociones, entenderlas y lidiar con ellas de manera constructiva. Esto, a su vez, conduce a mejores relaciones tanto con uno mismo como con los demás.
Y recuerda, incluso si ya has superado la infancia y ya no estás guiando a un pequeño, siempre puedes aplicar estos pasos hacia adentro para ayudar a sanar a tu niño interior también.
Escritora: Susan David, Ph.D.