Estamos viviendo tiempos difíciles para educar a los hijos; nuestra sociedad se encuentra en un estado de descomposición muy avanzado, parecería que no hay marcha atrás, que la esperanza se desvanece con el pasar del tiempo. Lo que muchos olvidamos y otros ignoran es que nuestra sociedad, la que tanto señalamos y criticamos -con justa razón-, no es más que el gigante espejo que refleja a nuestras familias. Es la proyección más fiel de lo que ocurre en nuestros hogares, pues al fin y al cabo la misma está compuesta por cada uno de nosotros. Es en la familia a donde se forman los buenos y los malos ciudadanos, donde se gesta la raíz de la conciencia, el lugar de mayor influencia para sus integrantes.
Hemos visto en estos últimos días como han salido a la luz pública los casos de tres jóvenes (dos de ellas menores de edad) cuyas desapariciones han terminado con el triste desenlace del encuentro de sus cadáveres. Tres jóvenes llenas de vida, ilusiones, esperanza, aspiraciones… asesinadas de cruel manera… siendo el caso de Emely Peguero el que mayor repercusión ha tenido por las razones que ya conocemos. Este caso en particular ha de llevar a los padres a reflexión respecto a cómo están educando a sus hijos, cómo están ejerciendo el rol que les compete frente a ellos y de lo que está ocurriendo en sus hogares.
Padres, llegará el tiempo en el que sus hijos serán adultos e independientes y esa será la etapa en la que ustedes se convertirán en sus amigos y en la que tendrán que aceptar sus decisiones así no las compartan. Mientras ellos sean niños y adolescentes lo único que necesitan es que ustedes sean los mejores padres que puedan ser, es decir, los que ellos necesitan: responsables, que no intenten sustituir el tiempo de calidad, el amor incondicional y la comunicación efectiva con regalos materiales, ni que les den lo que no se han ganado. Es de vital importancia, además, poner a Dios como centro de sus familias, sembrar en sus hijos el anhelo de buscarle y temerle.
Ellos no necesitan tenerlo todo en la vida, necesitan solamente una familia funcional (así mamá y papá no estén juntos) reforzada en valores y buenas costumbres. Muchos padres se enfocan en darle a sus hijos lo que ellos nunca tuvieron, pero lamentablemente esto se enmarca más a lo material y hace que se desenfoquen de las cosas verdaderamente importantes como el estar presentes, educar bien, dar el buen ejemplo, hacer del hogar un lugar de paz, cariño y respeto, decir no tantas veces sea necesario, no ser tan permisivos y trabajar en la comunicación efectiva, por citar algunos ejemplos.
Es de igual importancia trabajar en la relación de pareja, que ustedes se amen y consideren mutuamente para que ellos aprendan como deben ser tratados en un noviazgo y eventual matrimonio y como deben tratar a quienes habrán de ser sus parejas.
Los chicos no necesitan padres que les teman, ni que hagan por ellos lo que sea, sino que los respeten y hagan por ellos lo correcto, que les impongan límites sanos y les enseñen a responsabilizarse de sus actos (no hay nada más perjudicial para un niño/adolescente que hacer lo que quiera -libertinaje- y contar con adultos que cubran sus faltas evitándole responder a las consecuencias de sus acciones). Su papel de padres no les demanda resolverles la vida a sus hijos, sino dotarlos de herramientas para que ellos puedan vivirla y enfrentarla.
Si como padres no les está doliendo el corazón, no están criando bien a sus hijos. Así como necesitan su presencia, atención y confianza, también necesitan autoridad, control, límites, educación, principios, corrección y guía. Es deber de ustedes enseñarles a crear conciencia, a respetarse a sí mismos y a los demás, a ser personas íntegras, sensibles y empáticas.
Criar no es fácil, nadie nace sabiendo y no hay un libro que recoja la mejor de las formas. Y es precisamente por eso que el corazón ha de doler, pues aún ustedes queriendo hacerlo de otro modo, como padres saben lo que les conviene a sus hijos y eso no siempre alegrará el corazón de ustedes, ni el de ellos.
No hay amor más genuino que aquel que instruye y corrige, que aquel que ama y escucha, que aquel que protege de manera sana y da raíces y alas fuertes. Todo se gesta en el hogar, todo empieza en la familia, el versículo 6 del capítulo 22 del libro de Proverbios así lo confirma:
“instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere grande no se apartará de él.”
Pidan al Señor con todas sus fuerzas que les colme de inteligencia, sabiduría y discernimiento, que guarde a sus hijos y a sus corazones de todo mal, que les ayude a educar con amor, paciencia y control, que santifique a su familia y que nunca falte en ella la unión y la paz. Invítenle a que se quede a habitar en su hogar.
Es tiempo de volver nuestros rostros a Él y de ser ustedes como padres el mejor referente de valores y vida íntegra para sus hijos. Solo así nuestra sociedad podrá cambiar la triste realidad que la consume.