Mi amado y yo cumplimos en este mes de septiembre seis años de feliz unión matrimonial. Este aniversario es extremadamente especial porque estamos viviendo la dicha de haber sido bendecidos con la dulce espera de nuestro primer retoño. Con este bebé que pronto tendremos en nuestros brazos -con el favor de Dios- nuestro amor ha sido coronado eternamente; es el regalo más preciado que el Altísimo nos ha concedido, fruto de su misericordia y fidelidad para con nosotros.
A propósito de nuestro aniversario de bodas, les confieso un secreto: de novios, mi esposo y yo nos prometimos incluir una tercera persona en nuestro matrimonio y hacer todo y más por mantenerla como parte esencial del mismo: Jesucristo. Hoy damos testimonio de que ha sido la mejor decisión que hemos tomado como pareja. Con Dios todo es posible, todo es distinto, desde el amor mismo, el trato, el deseo de agradar, las correcciones, la búsqueda del objetivo común, la entrega, la forma de ver y vivir la vida, etc.
Recorriendo estos seis años de nuestra alianza de amor, pensando acerca de todo lo vivido, lo bueno y lo no tan bueno, lo que hemos aprendido el uno del otro, viendo los frutos de nuestro proyecto de vida en común, como nos hemos vuelto una sola carne y las bendiciones que el Señor ha puesto en nuestras manos, decidí escribir cada enseñanza y verdad que hemos descubierto y que vivimos día a día, de cara a lo que entendemos ha sido la clave de nuestra feliz unión matrimonial.
Todos estos años juntos nos han enseñado mucho sobre el amor, la convivencia, la tolerancia, el servicio, el perdón, en fin, sobre todos los beneficios (naturales y sobrenaturales) que abundan en el matrimonio cuando los esposos ponen al Señor como centro de su relación y edifican su hogar sobre Él. Cada prueba que nos ha tocado enfrentar juntos ha sido sobrepasada a los pies de la Cruz, con mi esposo y y yo abrazados a Jesús, creyéndole, obedeciéndole, alabándole y esperando en Él.
Entiendo que es posible que algunas personas puedan pensar que seis años no es mucho tiempo para “cantar victoria” porque somos un matrimonio muy joven, pero igual entiendo que en el matrimonio cada día en sí es una “victoria”. Cada día cuenta, cada día es especial, cada día marca la diferencia, cada día lo podemos hacer mejor. El trabajo y compromiso que como pareja hemos venido realizando desde nuestro noviazgo a favor de nuestra alianza también queda incluido en esa victoria.
Siempre hemos estado enfocados en cultivar nuestro amor, el cual hoy en día es más fuerte y maduro. Además, Dios derrama su gracia y sabiduría sobre las parejas de esposos que se eligen cada mañana y honran su compromiso de amor tal y como una vez prometieron en el altar. Sin más, les comparto la reflexión que escribí a propósito de estos seis años de matrimonio junto a mi amado Antonio:
“Cuando le permitimos al Señor ser esa tercera persona en nuestro matrimonio, no buscamos lo propio, sino el bien común; nos enojamos sin guardar rencor; no nos vamos a la cama sin arreglar nuestras diferencias; somos capaces de desear y trabajar por nuestra santificación y la de nuestra pareja; somos pacientes y no damos espacio a la ira; perdonamos de corazón y no traemos al presente asuntos del pasado.
Cuando le permitimos al Señor ser esa tercera persona en nuestro matrimonio, entendemos, aceptamos y ejercemos con alegría y amor los roles que nos han tocado sin tratar de usurpar el del otro; no medimos fuerzas ni nos interesa tener siempre la razón; nos convertimos en equipo y no somos egoístas; nos hacemos reír; tenemos capacidad de espera y paciencia y no tratamos de cambiar a nuestra pareja; al contrario, aprendemos a amarla tal como es, alabamos sus virtudes, aceptamos sus defectos y le hacemos correcciones con amor para que, a su tiempo, trate de mejorar por su propio bien y crecimiento.
Cuando le permitimos al Señor ser esa tercera persona en nuestro matrimonio, nuestro proyecto de vida se convierte en nuestra más importante prioridad; cada día tomamos la decisión de amar, respetar, considerar y cuidar a nuestra pareja; somos bondadosos, colaboradores, fieles, leales y generosos; no hablamos mal de ella con nadie ni aceptamos que otros lo hagan.
Cuando le permitimos al Señor ser esa tercera persona en nuestro matrimonio, contamos con una roca inamovible sobre la cual apoyarnos en tiempos de turbulencias; no utilizamos palabras hirientes; no insultamos, ni maldecimos y tratamos de ponernos en el lugar del otro.
Cuando le permitimos al Señor ser esa tercera persona en nuestro matrimonio, oramos por nuestra pareja y la bendecimos; asumimos un compromiso de vida para estar a su lado en las buenas y en las malas; reconocemos y trabajamos nuestras debilidades, no aspiramos a ser perfectos pero si a ser la mejor esposa o esposo para nuestra pareja porque reconocemos su valía. No dejamos de tener diferencias pero a pesar de ellas podemos lograr un matrimonio feliz.”
Antes de orar juntos, quiero pedirte que compartas este artículo con tu amado o amada y todas las parejas de esposos que conozcas. Vamos a apostar, cuidar y trabajar por el matrimonio. ¿Te animas?
OREMOS: Amantísimo Padre Eterno, unidos en tu Espíritu Santo presentamos ante Tu altar de misericordia y gracia cada matrimonio del mundo, sus necesidades y los problemas que están enfrentando para que les proveas, restaures y sanes conforme a tu fidelidad y poder.
Haz derramar tu amor y santidad sobre las parejas de esposos de todo el mundo y ayúdales a retomar el juramento que una vez se hicieron de amarse, respetarse y cuidarse para toda la vida, en las buenas y en las malas. Llega a sus hogares para quedarte, romper cadenas, y toca sus corazones y los de su familia. Cerca su alianza de amor con un escudo indestructible y ayúdales a elegirse siempre, cada mañana. Te lo pedimos en el Nombre de Jesús, amén.