Mi entrenamiento con los SEALS y la maternidad
- ¿Cómo te está yendo con Marcos? preguntó muy cordialmente mi amiga Noelia.
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¡Ni se te ocurra pensar en niños por ahora!,- fue la primera respuesta que que se posó en mi cerebro. Luego me dije a mi misma:
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No lograrás impresionarla lo suficiente.
Así que me puse a pensar en una metáfora que me permitiera expresarle vívidamente lo que han sido estos primeros 25 días de maternidad con lactancia a demanda para una mami primeriza.
Lo primero que pensé fue comparar mi experiencia de maternidad con alguna que tuviera mucho sentido para nosotras, así que recordé nuestros días de preparación física para hacer el Tour de Mont Blanc en Francia; 11 días de puro hiking entre las montañas de Francia, Italia y Suiza, pernoctando cada noche en lugares totalmente desconocidos y cargando lo estrictamente necesario en nuestra mochila de supervivencia.
Fueron días de mucho gimnasio, corridas en las mañanas, natación en las noches, crossfit los fines de semanas, alimentación vigilada y mucho suplemento alimenticio especializado. Sentíamos que habíamos llevado nuestro cuerpo al límite y que éramos capaces de enfrentar cualquier adversidad…eso al menos pensaba yo hasta que el pasado 16 de julio nació mi dulce “macarroncito”, Marcos. Así que luego de pensarlo mejor decidí contestarle así:
-¿Has visto el entrenamiento de los SEALS? (en ingles: United States Navy Sea, Air and Land), pues esto de la maternidad con lactancia a demanda es peor que eso.
Lo primero con lo que te familiarizas es con la cinco letras de la palabra dolor: dolor por la césarea, dolor en los pechos antes de que baje la leche, dolor en los pezones por una incorrecta posición al amamantar, dolor en la espalda de las constantes sesiones de alimentación a las horas más descabelladas impuesta por tu “nuevo entrenador”.
Todo lo que pensabas que habías aprendido, leído o consultado en algún foro aquí no te servirán de nada. Acostúmbrate, serás una total ignorante en TODO lo que tenga que ver con este “programa” y tu “entrenador.
Este entrenamiento de supervivencia, no incluye ningún tipo de consideración por parte de tu “entrenador” quien te hará saltar de la cama a las horas más inverosímiles y bajo gritos desesperados, a realizar su rutina durante el tiempo que él decida.
Tus “oportunidades” para comer e ir al baño no tienen nada que ver con ese ritual que ya tenías perfectamente establecido, aquí te haces el hueco para hacerlo “todo” en 5 minutos ya que nunca estarás segura cuando “tu entrenador”, usando ese grito que te pone los nervios de punta, te hará dejar por la mitad aquello que estés haciendo para someterte bajo su implacable mandato.
No te alarmes si en las noches sueñas con ir al salón como si fuera tu primer viaje a Disney, más te preocuparán las ojeras y el despeine constante en el que siempre estarás, porque “tu entrenador” tampoco contempla días libres para que visites a tu familia o hagas lo que deseas al menos por un día.
Llorarás, así como ves a esos hombres de los SEALS hacerlo porque creen que no aguantarán hasta el final del entrenamiento, pero tus lágrimas no conmoverán a “tu entrenador” porque sus constantes gritos no le permiten siquiera abrir los ojos para verlas correr por tu rostro.
Pensarás que no lo lograrás, y además vendrán retos especiales dentro del entrenamiento regular: pezones adoloridos, pechos hinchados, las crisis de estiramiento de las tres semanas, la del mes y medio y la de los tres meses.
La solidaridad con tu compañero de entrenamiento será fundamental, sin él sería casi imposible no renunciar a la lactancia exclusiva, porque aquí, como en los SEALS, el trabajo en equipo es primordial para resistir física y emocionalmente las exigencias del programa y del “entrenador”.
Pero no todo está perdido. Conocerás bien de cerca la verdadera solidaridad de otras soldados, que al igual que tu, luchan por llegar, tras dos largos años, al final del programa y decir: lo logré. Es impresionante la fuerza que une a estas mujeres que sin conocerte, o incluso viviendo en países distintos, te animan, te llaman, te escriben para que no abandones. Te regalan, trucos, tips y fórmulas que le permitieron entender un poco a su “entrenador”.
No te mentiré, también encontrarás, gente, la mayoría a decir verdad, que te desanimará y te hará creer que eres una demente por elegir un “entrenamiento” tan despiadado, que “roba tu libertad” como mujer para tal vez ver los resultados a muy largo plazo…
Pero bien recordarás, mi gran amiga, que todo aquel esfuerzo en los tiempos de montaña, tenía su recompensa al llegar a las cimas y experimentar allá la grandeza de la obra divina. Pues aquí, la recompensa es mucho mayor.
Con los días, ese “entrenador” despiadado y dictatorial va sacando de ti cualidades que no conocías, sensibilidades anquilosadas. Te volverás más humana, admirarás a las mujeres que con mucho menos posibilidades y muchas más adversidades que vencer que tu, recorren este mismo camino, una, dos, tres y hasta seis veces. Amarás con mucho más fuerza a tu “compañero de entrenamiento” y a tu madre.
Con los días, aprendes a “cojerle el truco” a tu “entrenador” y ya no te asustan sus órdenes a gritos. Desaprendes que la noche se hizo para dormir, y aprendes que esta es una gran oportunidad para hacerlo de día, donde puedas, cuando puedas y el poquito tiempo que sea.
Con los días te darás cuenta que esos gritos de tu “entrenador” no son más que una arma dura de su fragilidad, que realmente lo que quiere decir es: te necesito para sobrevivir. Y un día, en uno de esos duros entrenamientos, tal vez en el que estés realmente muerta del sueño y el cansancio, tu “entrenador” clavará su intensa mirada en la tuya y llorarás nuevamente, pero esta vez de ternura y asombro por el milagro que es tener en brazos a esa pequeña cosita tan perfecta y que una vez en la sonografía te pareció un “renacuajo”. demás, y como si fuera poco, Dios te premia con un super poder, el de dar el único alimento perfecto para tu hijo: tu valiosa leche.
Al final pensé mejor mi respuesta y simplemente contesté: viviendo cada día a la vez con pequeño recordatorio en brazos de la gran bondad de Dios.