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La verdad tras mi Cesárea

Si de una cicatriz me siento orgullosa, es de la cicatriz que dejó la cesárea en mi cuerpo. Sin duda, la mejor y más significativa cicatriz que tenemos algunas.

¡Pero no siempre fue así!

Durante largos meses estuve sumida en una depresión postparto que anuló parte de mi alegría cuando nació Bian. Me sentía incompetente por no haber podido concretar como lo soñaba mi parto natural y, para colmo, por no haber podido lactar de forma exitosa.

Fue luego de un tiempo cuando, gracias al apoyo espiritual de amigos y al apoyo físico de mis padres, cuando pude darme cuenta que todo esto me había pasado para crecer. Y aunque me dolió, porque no fue lo que esperaba, fue lo mejor que pudo haberme pasado porque ahora sé cómo se siente y puedo ayudar a otras mujeres que están pasando lo que yo pasé.
Entendí que un nacimiento por cesárea no me hace menos mujer, ni peor madre. Simplemente entendí que no pude por motivos de salud, y que al final, lo realmente importante es que mi bebé -ambos- nacieron sanos y salvos.

Por ellos agradezco, porque gracias a Dios y a ellos salí del precipicio en el que caí sin quererlo.

Por eso mamá, mi mejor recomendación para ti si estás en la dulce espera es que MANEJES LAS EXPECTATIVAS, dejando una brecha para aceptar con la mejor actitud lo que venga; que te informes de tus derechos y concientices a tu familia o círculo de apoyo; y que te asesores con profesionales proparto y prolactancia sobre los posibles escenarios y cómo afrontarlos.

Posibles razones para realizar una cesárea

Normalmente la cesárea podría ser programada por motivos relacionados con la madre o con el feto. Sin embargo, es importante, tomar en cuenta esperar a que comience la labor de parto y hacer lo posible porque el parto sea natural, antes de tomar la decisión de realizar cesárea.

Algunas de las razones por las cuales se puede programar una cesárea son:

Por causa materna

  • Eclampsia y preeclampsia. Condición caracterizada por la subida exorbitante de la presión arterial. Afecta a entre el 2% y el 8% de las gestantes. La eclampsia es su estado más grave y ante ella, el doctor recomendará cesárea.
  • Placenta previa. Si al final la placenta está tan baja que obstruye la salida del útero, el cuello, será necesario programar una cesárea.
  • Cesáreas u operaciones previas en el útero. Para evitar rotura uterina se indicará cesárea por norma.
  • Enfermedades que imposibiliten el parto natural. Por ejemplo: Las cardiopatías graves, las infecciones de transmisión sexual o venéreas, etc.
  • Diabetes gestacional.
  • Pelvis demasiado estrecha.
  • Falta de dilatación que ocasione sufrimiento fetal.
  • Presencia de tumores en el canal del parto.

Por indicaciones fetales

  • En casos de Partos múltiples, en especial si es de trillizos en adelante, se indicará cesárea.
  • Mala postura del bebé. Si está en situación transversa o sentado la cesárea es indicada.
  • Macrosomía fetal (Bebés de alto peso). Cuando el bebé pesa más de 4,5 Kg.

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cesarea o parto normal

Cuando un parto normal se convierte en una cesárea de emergencia

Llevo días pensando en este post, elaborándolo en mi mente y organizando cada palabra, cada pensamiento de forma que pueda llegar a tu mente y corazón. Y aquí está mi mejor versión de cuando un parto normal se convierte en una cesárea de emergencia.

Bianmarc nació el 25 de abril del 2014 a las 6:35 am luego de una larga pero anhelada espera. Yo había decidido desde el momento en que me entere de mi estado, dar a luz de forma natural. Ese pensamiento de hizo parte de mi ser, lo tenía pegado en la frente como una estampa y cuando la gente me preguntaba como iba a dar a luz, esa era mi respuesta: “Natural”. Todos quedaban en shock y comenzaban a darme una terapia para que cambiara mi decisión o me decían que el médico buscaría una excusa para que eso no fuera así. Yo defendía mi posición y mi decisión porque entendía que podía hacerlo, podía parir, estaba capacitada para traer a mi hijo al mundo de forma natural y para mi era un placer pensar que estaría ayudando a su bienestar y al mío propio.

Según los exámenes de rutina todo iba bien, nunca tuve problemas de hipertensión, solo una gripe que me mantuvo en casa casi un mes por probabilidades de neumonía. Durante esos días organice todo, planche toda su ropa, limpie su cuarto de cabo a rabo, y contaba las horas y los días esperando que llegará el día en que conocería a mi príncipe azul.

Fue el 23 de abril a las 10 pm cuando comenzaron las contracciones, como madre primeriza, distinguirlas se me dificultaba un poco, así que seguí la estrategia de varios artículos que hablaban de las contracciones, encendí el cronometro de mi celular y comencé a contar cada cuantos minutos sentía una molestia.

Llame al doctor y el me dijo que estuviera tranquila, que el proceso no iniciaría tan rápido. Al día siguiente, seguía con las contracciones pero leves, así que me dispuse a asistir a mi último taller pre-parto “Mujeres Multitasking” y allá al ver mi estado y después de haberles contado mi condición, todos estuvieron super pendientes de mi. Las contracciones comenzaron a intensificarse y a pasar cada 9 , 10 o 15 minutos. Subí los pies en una silla y comencé a respirar hondo. ¡Pero aún no era la hora!

Comí, compartí y llegue a mi casa con mis contracciones moderadas, pero llegue. Justo ese día, cumplí las 40 semanas. Volví a revisar el bolso del hospital y arregle todo de nuevo. ¡Ya sabía que el momento estaba cerca!

Ya en la noche, las contracciones comenzaron a pasarme cada 2 y 3 minutos, respiraba hondo y trataba de aguantar, para poder llegar a la mañana del día siguiente, pero no pude, a las 12 de la media noche me vestí, me puse algo cómodo y desperté a mi esposo. Le dije que me llevara a la clínica que ya era hora. Él, como en shock, salto de la cama y solo me preguntó: ¿De verdad?

Se vistió super rápido, llamamos un taxi, pero se nos quedó lo más importante: el bolso con todo lo necesario y el expediente. Al llegar a emergencia, me hicieron el tacto y tenía solo un centímetro, luego de 24 horas de dolor. Me dejaron ingresada y mi esposo llamó a su cuñado para que fuera a buscar nuestras cosas a la casa.

¡Esa fue la noche más larga de mi vida! El reloj de la caja del cable de la habitación del hospital se volvió mi compañero inseparable, no dejaba de mirarlo, sentía que los minutos no pasaban pero las contracciones pasando cada 2 y 3 minutos me recordaban que el tiempo seguía pasando y me devolvían a la realidad.

La doctora que estaba de turno me monitoreaba cada 1 o 2 horas. Me medicaban un poco para el dolor, pero nada valía. Llego un momento en el que me vi la barriga apretadita, el bebé estaba haciendo su mejor esfuerzo pero algo andaba mal. En una de las visitas al cuarto, la doctora de turno estaba monitoreando al bebé, cuando de repente me dice: “¿Tienes el numero de tu doctor?” Le conteste que sí y mi esposo busco mi celular, marcó el numero del doctor y le puso a la doctora de turno. Ella salió del cuarto para hablar con el. En ese momento lo que pensé era que ya había completado los centímetros correspondientes. Ya casi amanecía.

Mi ginecólogo llegó a las 6 am a la clínica, me hace el tacto y me dice que solo tengo un centímetro. Me puse a llorar. ¡No puede ser! ¡Si ya las contracciones pasan cada 2 y 3 minutos! El doctor me mira a los ojos y me dice que hay que hacer una cesárea de emergencia, me explica que la doctora de turno lo llamo porque al bebé no se le sentían los latidos, estaba debilitándose y estaba en estrés, que si no actuábamos ya, podía morir.

Ahí murió mi ilusión de tener un parto natural, no quería pensar ni en la más remota idea de una cesárea, pero la vida me jugó sucio. Era decidirme por aguantar más y arriesgar a mi hijo, o someterme a una cesárea. Obviamente me decidí por la segunda opción, mi hijo estaba primero. Su vida me importaba más que mis deseos, no lo podía exponer.

A las 6:35 am nació Bianmarc, de 8 libras y 7 onzas, completamente sano y hermoso. Mi mejor regalo y mi más bella bendición.

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Por mi mente nunca pasó tener una cesárea programada, espere mi tiempo, complete mi ciclo, mi cuerpo dió la señal de que el momento había llegado y estaba dispuesta a afrontarlo de la mejor manera. No todo salió como lo planee pero no fue por tomar el camino fácil, el camino de la incertidumbre, entre si mi hijo estaría listo para nacer o si faltarían semanas para que completara su desarrollo.

Siempre supe que dar a luz normal era la mejor decisión, pero cuando no se nos da por alguna razón, que no sea por ti misma. Si puedes concebir, puedes parir. Tu cuerpo está capacitado para ello, es lo mejor para ti y te aseguro que será lo mejor para tu hijo.